LITERATURA ECUATORIANA
La literatura ecuatoriana se ha caracterizado por ser esencialmente costumbrista y, en general, muy ligada a los sucesos exclusivamente nacionales, con narraciones que permiten inferir cómo es y se desarrolla la vida diaria del ciudadano común y corriente. De manera muy certera e inequívoca, podría aseverarse que Ecuador no ha producido literatos cuyos libros se distribuyan masivamente a nivel mundial.
Pese a lo anterior, algunos escritores ecuatorianos han
logrado ser medianamente conocidos en los escenarios internacionales,
especialmente en los países hispanohablantes o iberoamericanos. Entre éstos
tenemos a Jorge Icaza, Juan
Montalvo, José de la Cuadra, Pedro Jorge Vera, Pablo Palacio, Demetrio Aguilera Malta, Alfredo Pareja Diez
Canseco, Adalberto Ortiz, Nelson Estupiñán Bass, Francisco Tobar García, Alfonso Rumazo González, Alicia Yánez Cossío, José Martínez Queirolo, Javier Vásconez, Miguel Donoso Pareja, Jorge Enrique Adoum, Carlos Carrión, Agustín Cueva, , Eliécer Cárdenas, Edna Iturralde ,entre otros.
ESCRITORES
José de la Cuadra (1903-1941)
MEDARDO ÁNGEL SILVA
Jorge Icaza (1906 – 1978)
PABLO PALACIO Y SU NARRATIVA
Luis A. Martínez
INTRODUCCION
La tigra-jose de la
cuadra:
En el corazón mítico del
campo montubio ecuatoriano vive la indomable e implacable Francisca Miranda,
más conocida como "la Tigra", por su sensual belleza que ella utiliza
liberalmente para mantener el dominio sobre su pequeño fundo campesino y sobre
todos los que la rodean, incluyendo sus amantes y sus dos hermanas menores.
Maria jesus – Medardo angel silva
La semántica de cada capítulo es variopinta. En el
primero se nos muestra a un hombre triste que vuelve al campo y lo dibuja como
una tierra de paz y gozo en comparación con lo tumultuoso de la ciudad, que da
malos hombres. Éste nos muestra al campo no como un mero pretexto
ornamental sino que la intención deviene en mostrarnos una escenografía con
actores activos y fuertemente construidos: gente de corazón amplio, de buenos
procederes, etc.
En el segundo capítulo la voz nos sigue diciendo la
bienaventuranza de estar en el campo y compartirlo con gente de espíritu noble
y alegre. La voz lírica se muestra al mismo nivel e incluso se esconde el
puesto importante que ostenta en la ciudad.
En la tercera parte se da a la presentación de esta hermosa
mujer, de la que la voz narrativa queda enamorada. Es decir que, el hablante de
la historia empieza a relatarnos con más intensidad. La lírica deja de ser un
pretexto para dibujar el paisaje y las costumbres del pueblo para concentrarse
en una interpelada. Nos cuenta la triste y gloriosa historia de su familia y
nos da pista de cómo es la niña. Finalmente la voz narrativa nos dice desde su
interioridad que se está enamorando de María Jesús:
– ¿Cómo te llamas? –le pregunté.
– ¿No se acuerda, señor no se acuerda de María Jesús?
– ¡Oh, sí: María Jesús, sí! ¡Qué crecida! ¿Sabes? Estás bonita.
María Jesús sonrió.1
– ¿No se acuerda, señor no se acuerda de María Jesús?
– ¡Oh, sí: María Jesús, sí! ¡Qué crecida! ¿Sabes? Estás bonita.
María Jesús sonrió.1
El cuarto capítulo se desenvuelve con más cercanía entre los
dos personajes. El mundo se reduce para que nos enfoquemos como es el
tratamiento del amor desde el punto de vista del narrador; podemos ver una
escena nocturna cargada de un amor reprimido y de una melancólica tristeza. Se
nos dice que este protagonista narrador está en la sala mientras le llegan
partituras para piano y el en una arrebato místico comienza a tocar una
nocturna y al terminar ve a su amada llorando y le pregunta que le sucede, esto
como una demostración de que las almas todas las almas son sensibles a la
belleza y a la emotividad de las artes, en este caso la de la, música.
– ¿Qué tienes?...
Y ella volviendo a mí los ojos, rebosantes de infinito, me acarició con su negra mirada:
–No sé... es que esa música hace dar una penita –dijo, y se inclinó llorando.2
Y ella volviendo a mí los ojos, rebosantes de infinito, me acarició con su negra mirada:
–No sé... es que esa música hace dar una penita –dijo, y se inclinó llorando.2
Hasta ahí la pareja no tiene ningún problema para evitar
consumar su amor. María Jesús muere al caer de un barranco al querer “alcanzar
las estrellas”. Sin duda alguna, esta escena es impactante porque hasta la
estrofa IX parece que el amor se desenvuelve con naturalidad. El incidente de
la muerte de María Jesús, si bien es determinante para que el narrador retome
ese carácter romántico de “sufrir por amor”, más bien le da un estado de paz y
a través de un “envío” expresa todo lo que sufrió por amor y ahora sufre.
En cuanto la significación podemos ver que a lo largo del
cuento se nos dan metáforas, que sugieren imágenes elaboradas, algo que es
propio del romanticismo. En la primera parte podemos ver como se personifica a
ese campo nocturno; si bien es de noche, es una noche donde la naturaleza es
benevolente..
Y la voz dulcificada por el viento que arrulla el platanal y
rige el cabeceo de las palmas, se hundirá en el silencio nocturno como una
queja de pájaro herido y rodará como una lágrima sobre el rostro de la noche
azul y dorada...3
El texto se verá dominado por esta intención bucólica en
donde el campo trae alegrías en el alma; pues está lleno de gente buena y
sencilla. También trae el amor en la figura de María Jesús. Además vemos como
los protagonistas se dejan llevar por sus sentimientos.
Pero también podemos ver rasgos modernitas en la obra
de Silva.es modernista por que se nos presenta esta escena bucólica ideal, una
imagen para nada real del campo ecuatoriano; es una imagen exotista que busque
en el lector una sensación de escapismo de querer ir a este idílico jardín. Si
bien es un cuento de campo el lenguaje es manejo de una manera muy cultista
“Clarín del gallo anunciador del alba; sonrisa de oro del sol sobre el mugido,
patriarcal del buey en cándida evocación betlemita”4 como vemos en esta
cita, el lenguaje esta cerca al cultismo.
Y el cultismo no solo se ve en el lenguaje sino también en
los referentes, como lo veremos a continuación “Acababan de traerme un encargo
de piezas de mis autores favoritos: Grieg, Chopin, Brahms, dulces aliviadores
de mis nostalgias juveniles.”5 es que se manejan todo tipo de referentes y
la ambientación elitista ya que vemos al protagonista tocando un piano de cola
en la sala de la casa de hacienda. El arte está muy vinculado ya que existen
tanto referentes de instrumentos como de composiciones como se puede ver en la
cita anterior.
Medardo ya esboza características de las vanguardias pues
como veremos en la siguiente nota existe una especie de flujo de conciencia:
No sé qué embriaguez de mi propia emoción me poseía y mi
misma torpeza ejecutante, vencida por arrebato inspirado, hallaba extrañas
pulsaciones y desconocidos acentos para interpretar, la melancolía desoladora
del poeta del clavicordio.6
María Jesús es un relato con poder narrativo que ofrece los
datos descriptivos, pero con una voz lírica inquieta y majestuosa que no se
detiene en una mirada panorámica sino que trata de pintar siempre sus estados
de ánimos, el amor, la tristeza; los tópicos se ven transformados y parecen
pertenecer a un mundo aparte; siempre con esta visión de nocturnidad y la
muerte a cada paso. Presentando el campo como en una égloga, como una especie
de nocturno locus amenus.
JORGE ICAZA-EL CHULLA
ROMERO Y FLORES
Luis Alfonso Romero y Flores, protagonista de
la novela, es un personaje mestizo, fruto de las relaciones entre su madre indígena y
el dueño de la casa en la que servía, el difunto Miguel Romero y Flores",
caído en desgracia pero con ínfulas de grandeza. El Chulla se avergüenza
de su sangre india, y se aferra entre otras cosas a su doble apellido que le
otorga una pretendida hidalguía de sangre español
La doble y única mujer-pablo
palacio y su narrativa
Una mujer comienza a relatar su historia, se describe así
misma como un ser con "dos cuerpos". Los llama, yo primera y yo
segunda. Cada una tiene un deseo, necesitan hacer su voluntad de manera
independiente y alega que los seres dobles no están separados, sino que son una
comunidad.
La primera siempre tuvo supremacía sobre la otra. Tienen la
capacidad de ver las cosas del mundo con una perspectiva total. Sí una de ellas
dejara de sentir las cosas a su alrededor no sería lo mismo, se perderían de
muchas cosas. Cuando tratan con otras personas no lo hacen como un solo ser,
sino que lo hacen independientemente y con personalidades distintas.
Los padres de este ser eran muy adinerados, cuando su madre
estaba embarazada, el padre tuvo que viajar por motivos de salud. Un amigo
de la familia entabló
una amistad muy
cercana con la madre quien siempre le contaba historias de monstruos, con lo
cual justifica el fenómeno que ella sufre al nacer. Cuando ella nació el papá
se molestó y maltrató a la madre. A este ser le repugnaba la hipocresía de su
madre al tenerle compasión y pena por ser como era. Mientras que el padre la
odiaba, acusándola de estar loca. La amenazó con enviarla al hospicio, entonces
ella le suplicó que la dejara permanecer en casa. Él se suicida, la hija se
llenó de alegría.
Cuando cumplió 21 años se fue de la casa. Su madre vio
esfumarse gran parte de la herencia. Cuando tenía que comprar muebles los
enviaba a confeccionar especialmente para su anatomía. Sólo
tiene una amiga, pero prefiere estar sola. Cuando estuvo en la casa de su amiga
conoció a un hombre del cual se enamoró. La situación fue muy compleja porque
yo primera y yo segunda lo amaban y sentían celos la una de la otra.
Se siente inconforme con sus personas, y llega a la
conclusión de que la razón de la unicidad de ellas es que talvez tenían una
sola alma, pero si no era así no deseaba morir, pues no soportaría una
eternidad en esta circunstancia.
LUIS A
MARTINEZ- A LA COSTA:
PRIMERA
PARTE
El matrimonio Ramírez era de un catolicismo ferviente y bajo
la disciplina de los preceptos más estrictos de la Iglesia educaba a los dos
únicos hijos, sin permitirles la más leve e inocente trasgresión de lo
dispuesto en ese complicado y absurdo código llamado moral católica. Salvador,
el primogénito, de cuerpo delgado y débil, de carácter manso y pasivo, poco
comunicativo con los de su edad, al cumplir los ocho años, entró de interno al
colegio de los jesuitas, y Mariana, la segunda, era el reverso de su hermano,
bulliciosa, enérgica y atrevida, de temperamento ardiente, morena de ojos
negros, labios abultados, pelo negro y ensortijado, apenas cumplidos los siete
años de la pobre vida fue también de interna al colegio de las monjas se los
SS.CC.
Don Jacinto Ramírez, el padre, había quedado huérfano porque
sus padres habían fallecido en el terremoto de Imbabura, era de carácter huraño
y con una eterna cara de melancolía, aunque muy bondadoso, no inspiraba
confianza a sus hijos.
La fortuna de la familia Ramírez era apenas mediana, y el
doctor con gran acopio de trabajo en su profesión de abogado, difícilmente
alcanzaba a ayudar las necesidades de los suyos, bien moderadas por cierto. Los
bienes consistían en la casa grande y vieja donde vivían, arruinada en parte, y
en una quinta en el valle de Chillo que absorbía más dinero que el producido
por las menguadas cosechas de maíz. El gran problema de la vida, de todo padre
de familia sin patrimonio, acongojaba al doctor ya tan propenso al abatimiento
y el pesimismo. En su imaginación fecunda veía, muy negro el mañana, veía que
el pan, el triste pan del pobre, acaso faltaría con la muerte del encargado de
suministrarlo cotidianamente. Si él faltaba, quién iba a afrontar la
responsabilidad de mantener a la familia tan quebrantada, ¿Doña Camila?,
imposible, el la conocía de carácter débil, inepta para la lucha, mística
sobremanera. ¿Salvador?, el mismo padre lo había engendrado débil de cuerpo y
cobarde de alma, lleno de misticismo, inactivo.
Doña Camila, la madre no podía soportar los impetuosos
arranques de su hija, y a todo trance quería aplastar o moderar ese carácter
para hacerlo silencioso y triste como el de Salvador. Doña Camila, a causa de
su carácter disciplínate se había captado muy pocas amistades y éstas eran
escogidas entre gentes de sacristía y beatas. En la iglesia de La Compañía
gozaba de gran autoridad, porque era presidenta de una de las muchas
congregaciones que han establecido los jesuitas, como la mejor manera de ganar
prestigio y autoridad en los pueblos. La amiga más íntima de doña Camila era
doña Rosaura Valle, vieja solterona, de aspecto de vieja, nariz larga, ojos
miopes, una de esas frutas secas del celibato, una figura repulsiva en la que
sin dificultad se adivinaba la enemiga acérrima de la belleza, de la alegría y
de la juventud.
Rosaura nació fea, de padres plebeyos, artesanos que
renegaron de la herramienta y adoptaron la vara y la balanza del comerciante al
por menor. Seducida por un estudiante de provincia y abandonada después,
entregase primero a la prostitución de menor cuantía, asquerosa y repugnante;
luego que el vicio y los años acabaron la poca simpatía que inspiraba a los
libertinos, hizose alcahueta y por último, sin renunciar del todo al oficio,
entregase al misticismo, adquiriendo en la iglesia amistades con señoras de la
más alta clase social. Pronto fue Rosaura comensal obligado de muchas nobles
casas, aconsejando a todos la piedad, halagando la vanidad de los ricos y el
fatuo orgullo de los nobles.
Rosaura odió a Mariana desde el día en que la conoció, porque
Mariana era bonita y de carácter vivo, sin embargo de las tentativas incesantes
de doña Camila por cambiarlo, y ser hermosa y alegre eran para la beata motivos
de inquina que apenas disimulaba. Cuando la joven sufría, los terribles ataques
de histerismo, el gozo de Rosaura era casi visible, aun cuando aparentaba un
sentimiento contrario.
En la Universidad conoció Salvador a un joven provinciano,
descendiente de una familia de clase media, que no pica muy alto en asuntos de
nobleza y que sin embargo, por el talento, las aptitudes y el patriotismo, es
la primera de la República. Pérez estudiaba leyes, pero era un estudiante
mediano. Una simpatía irresistible y antes nunca sentida, llevó al joven
quiteño a entablar amistad con Luciano Pérez, amistad única y primera de su
vida. Pérez asimismo simpatizó con Ramírez y desde entonces, los dos formaron
una asociación inseparable, aún cuando en lo físico y lo moral eran dos
entidades absolutamente contrapuestas. El uno era la fuerza y la energía, el
otro la debilidad y el temor. Ambos amigos defendían con entusiasmo sus
respectivas ideas: a veces Luciano se sulfuraba con la calma de Salvador, pero
siempre acababa la escaramuza con una larga risotada del primero.
Poco tiempo después de haber entablado amistad con la familia
Ramírez la beata principio una campaña con doble objetivo: hacer sospechosa la
conducta de Salvador ante sus padres por la estrecha amistad del joven con
Luciano, y convencer a todo trance de las ventajas de la vida monástica, con el
fin de que Mariana tomara el velo en un convento de monjas.
En la monótona vida de la familia Ramírez, fue un verdadero
rayo de sol la amistad entablada con Luciano. Don Jacinto fue pronto
conquistado por ese carácter vehemente, alegre y generoso de Luciano. A Mariana
aunque al principio Luciano le parecía antipático, y trató algún tiempo de
resistir, de engañarse a sí misma, imaginándose que ella estaba cubierta de
imperfecciones y él de antipatías, que era una locura amar a u provinciano
terminó por convencerse que amaba a Luciano; por su parte Luciano, pronto
sintió en su corazón joven el nacimiento de una verdadera pasión por Mariana.
El instinto le advirtió que Mariana le amaba, y luego sorprendió miradas
elocuentes, frases aisladas, entonaciones extrañas, rubores súbitos, indicios
todos, suficientes para poder ver algo en el corazón de una joven mujer.
Pero aunque enamorado, comprendía que Mariana no podía ser su
mujer, los obstáculos eran muchos, le constaba la intransigencia de los Ramírez
en asuntos religiosos y políticos, y el nunca, por más enamorado que estuviere
de Mariana, podría cometer la farsa de aparentar simpatía a ideas y principios
odiosos.
Ambos estaban persuadidos de su mutuo cariño y con todo,
nunca pudieron tener una conversación a solas en la que pudieran decirse lo que
ambos sentían. Ambos eran amantes vergonzosos. Así estaban las cosas cuando la
beata hizo la denuncia de las pretensiones de Luciano que ella había podido ver
merced a su larga experiencia en las malas artes.
Doña Camila, muy excitada por la rabia, contó a su marido.
Don Jacinto trató de calmar a su mujer, aconsejándole prudencia y dejando al
tiempo la resolución del problema. Mariana reconoció estar enamorada del joven
Luciano, y enfrentó a su madre; Doña Camila muy rabiosa, prohibió a su hija
volver a hablar con Luciano, pero Mariana a escondidas se atrevía a escribirle
cartas apasionadas a Luciano declarándole su amor profundo por él; e igual hizo
con su hijo Salvador, obligó al joven romper la amistad con su único y
verdadero amigo. Para Salvador fueron más grandes aún las consecuencias que
produjo el chisme de la beata. Tímido por educación y raza, formalista, sin
tener la energía del no, érale insoportable la idea de un rompimiento con
Luciano, pero fiel a sus principios y a la sumisión ante su madre fue a donde
Luciano para terminar con esa amistad que tanto gozo le había dado.
Un día los jóvenes enamorados en un encuentro clandestino,
venciendo todos los obstáculos que les ponía esa sociedad cruel, se entregaron
en ese amor infinito, fugaz, inmortal.
Los negocios del doctor Ramírez iban cada vea peores. La
profesión de abogado, suficiente un tiempo para hacer frente a los gastos de la
familia, ahora apenas producía una miserable ganancia. La clientela había
disminuido, nuevos abogados de más fama, aunque menos honrados, le quitaron
poco a poco la clientela. Un día el doctor Ramírez regresó de la hacienda de
Guayllabamba, y sintióse repentinamente enfermo. Pronto su estado empeoró,
Salvador preocupado llamó al medico, pero este nada podía hacer ya, pues la
muerte era inevitable. Al entierro nadie acudió, pues era el muerto un pobre
abogado sin clientela, sin amigos. Doña Camila no podía aun crecer que
estuviese viuda, Mariana lloraba desconsolada en su cuarto, no solo por la muerte
de su padre sino porque se sentía impura, manchada, era una de tantas
sacerdotisas del amor prohibido, sin hogar, sin virginidad. Ella solo quería
morir.
Desde el día siguiente de la muerte del doctor, el problema
de la diaria subsistencia quedó planteado esperando una solución que
necesariamente debía ser pronta, Doña Camila, aunque tarde, comprendió que su
marido había sido el único pilar de su familia. Salvador buscó trabajo por
todos lados, hasta que lo consiguió en uno de los Misterios de Estado, aunque
el sueldo era escaso.
Rosaura iba de tarde en tarde a indagar si ellos sentían al
muerto como es debido; y a tratar de convencer a Doña Camila para que obligue a
su hija Mariana a dedicarse completamente a los asuntos de la iglesia, al
principio Mariana no aceptaba pero la vieja beata con sus galanterías
acostumbradas llegó a convencer a la muchacha. Poco a poco la muchacha se creó
una gran ilusión con el padre Justiniano, cada vez estaba más atenta a sus
predicaciones, no se perdía un gesto, una inflexión. Se compenetraba en las
frases que el cura decía en el pulpito, le eran palabras suaves, persuasivas,
armónicas para un alma muerta, sin esperanza. En ese hombre, en ese fraile,
creyó encontrar un santo, un arcángel caído del cielo. Sólo a él y no a otro
confesaría su falta, por medio de él, conseguiría el perdón del cielo por su
falta. Rosaura maestra en artes infames y en complicad con el cura Justiniano,
llevó a Mariana a una solitaria casa vieja, adecuada para albergar el crimen y
el vicio, nido ruin de borrachos, rateros y prostitutas. Mariana sudando de
angustia y vergüenza inexplicable, atravesó los sucios patios y entró al
cuarto. Allí estaba esperándola, sentado en un sillón el padre Justiniano. La
beata encontró algún pretexto los dejó solos y cerró la puerta por fuera con
llave; dejando al cura realizar sus más bajos instintos de lujuria.
La ira seducieron la vergüenza y un arrepentimiento atroz por
lo irreparable. Para Mariana, para la hija del doctor Ramírez, sólo se abría un
camino: el de la mujer pública que pasa de los brazos del primer amante, a los
de cualquier desconocido que tiene dinero para pagarla.
En tanto el Ecuador entero ardía en fuego revolucionario. La
guerra civil había iniciado, tomando inmenso desarrollo y las quiebras andinas
y las llanuras de la Costa retumbaban con las descargas de los combates. La
sangre, ese bautismo de toda revolución, empapaba las campiñas patrias. El
Gobierno desprestigiado, daba las últimas boqueadas, después de debelar a
cañonazos la inicua sublevación de un cuerpo de línea en las calles de Quito.
Cordero, renunciando la Presidencia, dejaba frente a frente no dos partidos
políticos, sino dos ideas, dos edades: la edad media y la edad moderna, la
República y la colonia; la juventud libre, altanera y generosa y la vejez caduca,
servil y sectaria, la razón clara como el sol de la ciencia y la fe estúpida
del fanático, el liceo contra el convento, la vigilia contra el sueño y la
pereza; y Eloy Alfaro se proclamaba Jefe Supremo de la República.
Jóvenes revolucionarios nativos de todas las provincias
ecuatorianas, serranos y costeños venían reunidos, impulsados por una fuerza
ciega y misteriosa llamada revolución, entre ellos se encontraba Luciano, que
había sido nombrado capitán. En San Miguel de Chimbo, provincia de Bolívar, el
5 de agosto de 1895 se produjo un enfrentamiento entre tropas liberales y
conservadoras. Las primeras, al mando del general Vernaza, derrotaron a los
conservadores. En gran batalla también se encontraba Salvador, defendiendo sus
grandes ideales conservadores, pero este fue capturado por tropas liberales,
Luciano al ver a su amigo en peligro dio la orden de que no lo mataran,
salvándole la vida.
SEGUNDA
PARTE
Un joven, caballero, en una mula, quedó rato quieto en el
punto culminante del desfiladero desde el cual se divisan esos dos admirables y
diversos panoramas. Lanzó una última mirada al Chimborazo, y dando un fuetazo a
la cabalgadura, principio la larga bajada de la cordillera. Al bajar observaba
el continuo cambio del paisaje. Ya muy entrada la tarde llegó el viajero a
Balzapamba, el primer caserío de tierra caliente, en el camino que de Guaranda
va a Babahoyo.
Desmontóse el viajero delante de una casita mal llamada
hotel, pidió hospedaje, y mientras descansaba en una hamaca, escuchó una voz
que pedía un trago de coñac; el viajero que estaba en la hamaca, se levantó
vivamente oyendo la voz, y gritó: Luciano. Los amigos se habían encontrado
nuevamente, Luciano iba camino a Guayaquil para embarcarse en un barco camino a
Europa, y Salvador iba refundirse en una hacienda llamada Bejucal.
Luciano tenía gran curiosidad de saber que vida ha llevado su
amigo Salvador, en estos últimos años, y Salvador respondió: He tenido una
lucha desperada por encontrar trabajo, y con el un pedazo de pan ...y
resultados nulos. No se que fatalidad me persigue, y si no tuviera aún algunas
creencias religiosas, ya hubiera buscado solución al problema de la vida,
quitándomela, pues no soy el mismo muchacho cobarde que tu conociste en la
Universidad.
Luciano también pregunto por su amada Mariana, y Salvador le
contó que se había convertido en una perdida, y lo peor, corrompida por un
fraile que tenía de santo, y que andaba por las calles sucia, desgranada,
llevando en sus brazos a un niño, hijo del fraile infame.
Tres días pasaron los dos jóvenes en Guayaquil, y en esas
horas apenas se separaron cortos instantes con motivo de los preparativos de
viaje de Luciano a Europa.
La despedida de los antiguos condiscípulos fue muy triste,
pues ambos creyeron, que no se volverían a ver mas. Salvador quedó, largo rato
en el muelle, y luego que su amigo se perdió en ese inmenso barco, emprendió su
camino a la hacienda en donde iba a trabajar.
Llegado a la hacienda entregó una carta de presentación a un
tal don Fajardo, mayordomo de la misma, hombre mulato de formas hercúleas, de
maneras más groseras, de gran ignorancia en todo lo que no fuera sembrar,
cultivar o cosechar cacao, que desde el comienzo vio con malos ojos a Salvador,
y le ordenó que estaría en el campo con una cuadrilla.
Allí también conoció a Roberto Gómez, serrano que había ido a
la Costa en busca de fortuna hace ya muchos años, tenía una hija llamada
Consuelo, de voz dulce, suave, y con esa peculiar entonación de la gente
costeña..
Pronto Salvador se ganó la confianza de don Roberto, el amor
de Consuelo y el odio de Fajardo que pretendía desde hace mucho tiempo a la
joven.
Para Salvador fue muy duro acoplarse al clima, a los
mosquitos, a las faenas de la hacienda, y pronto cayó enfermo, pero gracias a
los cuidados de Consuelo, Salvador pudo dejar el lecho de enfermedad.
Con el tiempo Salvador se hizo un gran peón, hombre fuerte y
valeroso, aprendió todas las artes de las cosechas, de los sembríos. Pasado el
invierno llegó el dueño de la hacienda, el señor Velásquez, se enteró de todas
la maldades que hacia Fajardo a Salvador, que no le pagaba su sueldo, y que
Salvador estaba enamorado de Consuelo. El señor Velásquez, contentó con la
noticia, ayudo a los jóvenes para el matrimonio, dio a Salvador la
administración de la hacienda, llevando a Fajardo a una nueva hacienda que
había comprado en Manabí.
La felicidad acorta el tiempo, y los siete meses que contaba
Salvador desde su matrimonio, le parecía 6 semanas...desde el día en que
Consuelo fue llamada suya, todo fue dicha para Ramírez. Los trabajos de Bejucal
marchaban con una regularidad maravillosa. El nuevo administrador era de una
actividad y de una constancia sorprendente. Empleados y peones, de agrado o por
fuerza, cumplían rigurosamente su deber. Otra cosa que tenía contento a
Salvador era la seguridad de ser pronto padre, pues Consuelo le había confesado
que llevaba en su vientre el fruto de su amor..
Pero una mañana de febrero, después de un torrencial
aguacero, sintió salvador cierto dolorcito en los músculos de las piernas.
Vaya, pensó, ya atrapé un reumatismo a causa de haberme mojado. Algunas horas
después, el dolor aumentó, los pies se enfriaron y los dedos de las manos
sintió como algo disminuidos al tacto. No quiso avisar a Consuelo por no
alarmarla, y estando persuadido de que esa indisposición sería pasajera. Pero
luego alarmado por los síntomas, de no sentir las piernas flojas, como si los
huesos y tendones estuvieran flojas, tambaleando llego hacia Consuelo y le
contó lo que ocurría. De hora en hora Salvador se agravaba. Las palabras salían
y la sensibilidad del tacto disminuía, así que fue llevado de urgencia a un
hospital en Guayaquil.
Salvador, acostado en una cama desde la tarde, agonizaba
lentamente. La parálisis había invadido el rostro, aflojando todos los músculos
que antes lo hacían simpatico y bello, para convertirlo en uno de angustia y de
terror propios de una máscara modelada por un artista desesperado. Los ojos
fijos, los labios abiertos y contraídos, dejaban escapar una baba pegajosa y
hedionda.
Consuelo, pálida, anhelosa, con los ojos llenos de lágrimas
que caían una a una en lluvia silenciosa, sentada en un sillón junto a la
cabecera del moribundo, limpiaba con un paño el sudor o la hedionda flema que
salía de la boca del enfermo.
La respiración era más difícil, de hora en hora, por los
labios abiertos se escapaba abundante saliva y la garganta despedía silbidos
agudos.
Consuelo tenía entre sus manos las del enfermo,
acariciándolas como si quisiera darlas vida y movimientos. Los ojos llenos de
lágrimas no los separaba del enfermo, como si quisiera con esa mirada de
angustia infinita, implorar a alguna potencia misteriosa la vida de ese ser
adorado.
Consuelo, amor mío, decía Salvador, perdóname si te hago
sufrir. Pero debo decirte que muero.
De la ventana se divisaba el ancho Guayas, y el majestuoso
Chimborazo.
Eran las cuatro de la tarde cuando habrió la puerta un hombre
alto, musculoso y bien vestido, era su amigo Luciano.
Luciano, arrodillado en el suelo abrazó a su amigo moribundo
y sin poder contener un dolor inmenso, estalló en sollozos...Ayer, tan luego
como salté del vapor... dijo, en medio de su llanto, del vapor en que he venido
de Europa, leí en el “Grito del Pueblo” que tú estabas enfermo. He averiguado
por la casa todo el día, y ahora vengo a verte..pero en que estado, ¡Dios
santo¡
Esta es mi mujer, dijo Salvador a Luciano, abrázala, te
recomiendo a mi madre..Si ves a, a...a Mariana, dile que ...le perdono, ...no
la maldigo..pobrecita, Me aho..me ahogo.. Consuelo... estoy..
No concluyó la frase....hizo un imperceptible movimiento de
la cabeza, de los labios abiertos, la cara tomó una expresión beática
bellísima, y los ojos vidriosos quedaron fijos en el Chimborazo, que allá, en
el confín del paisaje inmenso resplandecía con los últimos rayos del sol.
OBRAS
·
La Tigra
·
Los Sangurimas (1934)
·
Los monos enloquecidos (1951)
- María
Jesús (novela, 1919)
- Juan León Mera - Cumandá
-Sara Vanégas Coveña - El andar
-Renán Flores Jaramillo - Jorge Icaza
-José Neira Rodas - Seducción
-Jorge Icaza - Huasipungo
-Jorge Icaza - Cuentos
-Jorge Carrera Andrade - El Camino del Sol. I
-Jorge Carrera Andrade - El Camino del Sol. II
-Jorge Carrera Andrade - El Camino del Sol. II
-Benjamín Carrión -
Atahuallpa
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